Autopublicación vs publicación tradicional, ¿cuál es mejor?

Por Hugo García Michel

Desde siempre, uno de los sueños fundamentales de todo escritor ha sido el de ver sus creaciones literarias impresas en forma de libro. Novelistas, cuentistas, poetas, ensayistas, los autores anhelan el hecho tangible de que sus textos se vean concretados en papel y tinta y esto ha sido así prácticamente desde la invención de la imprenta o quizás incluso desde la época de los papiros o la de los copistas medievales.

El hecho de ver por primera vez (y por segunda y por tercera y ad infinitum) la obra escrita convertida en libro es –y lo digo por experiencia propia– una sensación difícil de expresar con palabras, una emoción casi indescriptible.

Sin embargo, conseguirlo no es fácil. Todo lo contrario.

Las editoriales en su laberinto

Para que una casa editorial publique a un autor, deben darse múltiples y muy específicas condiciones, sobre todo si se trata de autores principiantes y/o desconocidos. Esto resulta explicable y puede comprenderse. Las editoriales son empresas y como tales tienen que subsistir mediante la generación de ganancias. Esto quiere decir que para publicar a alguien requieren ciertas garantías que les permitan recuperar su inversión. Debido a ello, tienen establecida una serie de filtros que muy pocos logran traspasar hasta sus pasos finales, es decir, hasta la publicación de su libro.

Sobra decir que si se trata de un autor o de una autora conocidos y/o con buenas relaciones públicas, los filtros serán mínimos e incluso inexistentes. Pero de quienes quiero hablar aquí es de aquellos que carecen aún de nombre y desean publicar por primera vez. Los escritores consagrados no sufren en general de problema alguno, porque son garantía –relativa o segura– de ventas.

Así pues, ¿cuáles son los pasos iniciales e intermedios para lograr la publicación? En principio y aunque parezca una obviedad, el autor debe llevar o enviar su texto a la editorial que haya escogido. Si se trata de una empresa grande, lo más seguro es que cuente con un departamento especializado en la recepción de manuscritos. Por supuesto que antes de ello el escritor debe estar seguro de que su documento cumpla con las suficientes cualidades para interesar al editor, es decir, que esté bien escrito y se apegue a las más elementales reglas de redacción (ortografía, sintaxis, etcétera) y que resulte de interés, ya sea por los temas que toca o porque se trate de una verdadera obra maestra (lo sé, casi todos los autores piensan que la suya es una obra maestra).

Una vez entregado el texto, lo que resta es esperar y las esperas suelen resultar muy largas y poner a prueba la paciencia del autor. Lo más probable es que en el departamento de recepción, como primer filtro, se haga una rápida revisión del documento y se decida si vale o no la pena (si es una editorial pequeña, la decisión la toma muchas veces el propio editor en jefe y ahí se terminan los pasos para la mayoría de los manuscritos).

En manos de distintas subjetividades

Si el escrito pasa el primer filtro, llegará a manos de un dictaminador, quien lo leerá con una mayor atención y decidirá si recomienda su publicación. Sobra decir que aquí también se desechan muchos textos, ya sea porque no cumplen con los requisitos necesarios o porque la subjetividad y los gustos del propio dictaminador determinan sencillamente que no sirven.

¿Quiere esto decir que si en este paso el libro es aprobado asegura su publicación? Lamentablemente no. Aún faltan otras subjetividades que habrán de decidirlo. El libro juzgado como “publicable” llega a manos de los miembros del departamento editorial, quienes luego de leer el dictamen, dan al escrito una nueva lectura (a veces detallada, a veces superficial) y de aceptarlo lo trasladan al editor en jefe o director editorial, quien dirá la última palabra.

Todo este proceso, como ya indiqué líneas arriba, puede llevarse semanas o meses, incluso más allá de un año, tiempo que al autor, objeto de esa larga espera, le pondrá muy posiblemente los nervios de punta.

Un triunfo relativo

Supongamos que también el director editorial aprueba la publicación del libro. ¿Significa que será impreso, distribuido y puesto a la disposición del público? Pues no necesariamente. Aún faltarán las opiniones de la parte más dura y burocrática de las editoriales: el departamento de ventas y mercadotecnia. Allí se sopesarán las posibilidades comerciales del volumen y si garantiza las ganancias suficientes para ser rentable.

Ya si el escrito de marras logra cruzar este último círculo del infierno, regresará a las manos del director editorial y él mismo o un concejo decidirán si finalmente se edita. De ser así, habrá que esperar ahora a que se programe, se edite (pasando posiblemente por la revisión de un corrector de estilo), se imprima y se distribuya (aunque de pronto puede haber decisiones sorpresivas –y lo digo nuevamente por experiencia propia– que lo detengan a última hora y por “cuestiones técnicas” echen para atrás la publicación ya autorizada, algo que me ha sucedido en dos ocasiones).

¿En qué momento sabrá el escritor que su obra ha sido aceptada y saldrá al mercado? Eso dependerá de los criterios de cada editorial, la cual le dará aviso para firmar un contrato en el cual se establecerán, entre otros puntos, que los derechos del libro pertenecerán a la empresa durante tres, cinco, diez o más años; que el autor cede diversas prerrogativas para la explotación comercial del producto (sí, su “obra maestra” será tratada como un producto, como una mercancía); se determinará el porcentaje de regalías que le corresponden y cada cuándo le serán pagadas (normalmente es un diez por ciento cada seis meses); a cuenta de esas regalías, se dará al autor un determinado número de ejemplares (entre treinta y cincuenta) y algunos puntos más que la compañía establezca.

Dependiendo de sus posibilidades comerciales, el volumen se pondrá a la venta en unas semanas o unos meses y correrá la suerte que deba correr. Habrá una o más presentaciones públicas organizadas por la editorial, probablemente se presentará también en algunas ferias del libro y estará en las librerías durante unos seis meses o un año, dependiendo de la demanda que tenga (esto suelen decidirlo las propias librerías). Luego, los ejemplares que no hayan sido vendidos se retirarán de los estantes para ser devueltos a las bodegas de la editorial, desde donde podrán correr con dos tipos de suerte: que se envíen a librerías “de viejo” o que de plano los sobrantes sean incinerados.

Hasta ahí, someramente, el calvario editorial que debe sufrir el escritor. Si por azares del destino su libro se convierte en un éxito, le dejará algunas ganancias; si no, lo que recibirá será una cantidad de dinero casi simbólica (y muchas veces risible).

Mi experiencia personal

Mi propia experiencia como autor, con los siete títulos que llevo publicados hasta el día de hoy (uno de ellos reeditado en tres ocasiones), es muy disímbola y en el caso de los tres primeros, bastante atípica. Esto quiere decir que tuve la suerte de no tener que pasar, no del todo al menos, por el proceso editorial que acabo de describir párrafos atrás. Trataré de explicarlo brevemente.

Mi primer libro, Más allá de Laguna Verde, una investigación periodística sobre la planta nuclear veracruzana del mismo nombre, se publicó en 1987. En esa ocasión, tuve la suerte de que fuese editado por la empresa en la que yo mismo laboraba: la extinta y legendaria Editorial Posada, donde tenía el puesto de director y editor de la revista Natura. El proceso resultó relativamente sencillo, ya que me limité a proponer el proyecto al director editorial de la compañía, Guillermo Mendizábal Rico, buen amigo mío, quien lo pensó por poco tiempo y le dio luz verde. El libro se publicó, tuvo una buena presentación pública y se vendió relativamente bien.

En el caso de mi novela Matar por Ángela, el camino fue distinto. Originalmente, la envié al Premio de primera novela de Editorial Planeta, en 1995, pero no logró ser la ganadora. Entonces le pedí a un gran amigo, el escritor Eusebio Ruvalcaba, que la leyera para ver si valía la pena. A él le gustó mucho y me recomendó con el director editorial de Nueva Imagen, Sandro Cohen. A éste también le gustó y decidió publicarla. Sin embargo, de última hora me avisó que por una cuestión técnica (problemas presupuestales de la empresa) no sería editada, pero me recomendó con el director de una pequeña casa editora que estaba dando sus primeros pasos: Sansores & Aljure. Jaime Aljure, su director, aceptó la novela y por fin pudo ver la luz en 1997. Dieciocho años más tarde, la misma novela fue republicada por Editorial Lectorum, gracias a una nueva recomendación, la de otro amigo, el poeta Fernando Fernández, quien me puso en contacto con el director de dicha compañía, Porfirio Romo. El libro apareció sin mayores dificultades en 2015.

Un tercer libro que me fue publicado de manera sencilla y de hecho a propuesta del editor fue Cerca del precipicio, una recopilación de 25 reseñas de discos clásicos de rock de todos los tiempos. Sucedió en 2012 y en este caso, el director de la sección de cultura del diario El Financiero, Víctor Roura, fue quien me ofreció editarlo en una colección de libros breves que sacaba cada mes el mencionado periódico.

La autopublicación como alternativa

Mi primera experiencia con la autopublicación se produjo en 2016. Se trataba de mi segunda novela, Emiliano. Mi intención era que apareciese antes del 5 de febrero de 2017, centésimo aniversario de la Constitución Mexicana, ya que el relato trata sobre mi abuelo Emiliano García Estrella, diputado en el Congreso Constituyente de Querétaro que en 1916-1917 elaboró nuestra actual Carta Magna. Ofrecí el libro a Lectorum casi con un año de anticipación, pero me dijeron que no me podían garantizar que saliera antes de la fecha que yo pretendía y que en todo caso podría aparecer a finales de 2017 o hasta 2018. Fue entonces que opté por recurrir a una editorial que se dedicaba a imprimir libros bajo pedido. Acudí a Literatura y Alternativas en Servicios Editoriales (así se llamaba la empresa) y debí pagar una cantidad un tanto fuerte para mi presupuesto personal. Sin embargo, logré que Emiliano estuviera listo antes del día mencionado. Pude vender directamente unos 300 ejemplares y al menos con ello logré recuperar mi inversión.

Pasaron algunos años y en 2022, luego de la pesadilla colectiva de la pandemia del Covid-19, quise publicar mi tercera novela, La suerte de los feos. Por razones que no viene al caso mencionar, en Lectorum no se mostraron muy convencidos de imprimirla. Acudí entonces a la directora de Literatura y Alternativas en Servicios Editoriales, Jocelyn Pantoja, pero me dio la mala noticia de que con la pandemia su empresa había quebrado. Fue cuando recordé que Amazon ofrecía la opción de publicar libros de manera gratuita y me puse a investigar al respecto. Las condiciones parecían muy favorables y relativamente sencillas para hacerlo. No obstante, dado que no soy muy ducho para ciertas cuestiones tecnológicas, no me atreví a hacerlo por mí mismo. Le conté la situación a mi amiga Paulina de la Vega, quien es excelente en la materia, y se ofreció a ayudarme a subir el libro. Así lo hizo, siguiendo los pasos que indica Amazon, y en muy poco tiempo el volumen estaba disponible para su venta en el sitio de la trasnacional estadounidense, en formato de e-book y como libro de pasta blanda (también existe la opción de pasta dura).

A partir de entonces, hemos puesto en circulación otros tres libros míos: El rockcito y yo (2023), The Beatles, la revolución interrumpida (2023) y la tercera edición de Matar por Ángela (2024).

Las ventajas de autopublicarte

Hasta ahora, durante estos poco más de dos años de experiencia con Amazon, sólo puedo hablar de las varias ventajas con que me he encontrado:

  • En primer lugar, la facilidad para publicar. Sólo se tiene que seguir el instructivo que la propia compañía proporciona en su sitio de internet. Uno elige el tamaño del libro, el puntaje de la letra, el diseño de portada, el tipo de papel, etcétera.
  • También es uno quien determina a qué precio desea ponerlo a la venta, de lo cual Amazon se queda con un porcentaje muy razonable que incluye los gastos de papel y de impresión, en el caso de que se quiera publicar el libro en físico.
  • Lo que resta de ganancia es para el autor y debo decir que es un porcentaje mucho mayor del que pagan las editoriales tradicionales a cuenta de regalías: del diez por ciento que otorgan éstas cada medio año, a un aproximado de 70 por ciento que paga Amazon, dinero que se deposita en la cuenta bancaria del escritor cada vez que se completan cien dólares por los libros vendidos, tanto físicos como electrónicos.
  • La empresa reporta cada mes el volumen de las ventas, además de proporcionar al escritor una serie de beneficios extras; entre ellos, una página personalizada para que reúna y ofrezca al público los libros que vaya publicando, consejos para realizar marketing o la posibilidad de adquirir volúmenes a menor precio (el escritor puede comprar de uno a 999 libros y venderlos directamente a los lectores al precio que quiera).
  • Aparte de todo ello, la otra enorme ventaja de la autopublicación en Amazon (la impresión de los libros resulta impecable, por cierto) es que el escritor se evita el estrés de la insufrible y penosa cantidad de trámites, pasos y procesos que mencioné en la primera parte del artículo y no tiene que esperar a que la buena o mala voluntad de un editor determine la suerte de su obra. Serán en todo caso los lectores quienes decidan si esta vale o no la pena.

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Hugo García Michel

Hugo García Michel

Hugo García Michel nació en Tlalpan, Ciudad de México, el 26 de marzo de 1955. Músico, periodista, escritor y editor. Coordinador de “Acordes y desacordes”, sección de música de la revista Nexos. Director de la revista La Mosca en la Pared (1994-2008). Autor de los libros Más allá de Laguna Verde (1988), Matar por Ángela (1998), Cerca del precipicio (2012), Emiliano (2017), La suerte de los feos (2022) y el disco solista Nunca es tarde (2021).

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