¿Quieres saber qué tienen que ver los elefantes con tu estrategia de contenido? En esta entrada te lo decimos con un cuento (o si prefieres saltarte la historia y llegar al meollo de la cuestión, da clic aquí).
Rudyard Kipling (1865-1936) fue un poeta inglés, autor de The Jungle Book, un libro de relatos acerca de animales atropomorfizados. El cuento «The Elephant’s Child», parte de su colección Just So Stories, narra la mítica historia de cómo los elefantes obtuvieron sus trompas. A continuación ofrezco un resumen:
Cuentan que antes los elefantes no tenían trompas como ahora, sino pequeñas narices; entre la manada de elefantes en la jungla africana se encontraba un pequeño elefante muy curioso que constantemente preguntaba a los otros animales acerca del por qué tenían el cuello tan largo (las jirafas), por qué sus ojos eran rojos (a los hipopótamos) o por qué las plumas de su cola crecían de esa manera (al avestruz). Y todo lo que el pequeño elefante recibía por respuesta eran golpes de sus tíos los animales y sus hermanos los elefantes.
Un día el pequeño elefante tuvo el valor de preguntar, ¿qué cena el cocodrilo? y solo recibió más golpes por respuesta; pero esta vez el pájaro kolokolo le dijo: si quieres saber qué cena el cocodrilo, ve a buscarlo al río Limpopo. Y así hizo el pequeño elefante. Al llegar, se encontró con la serpiente pitón y como, a pesar de su curiosidad, el pequeño elefante jamás había visto un cocodrilo, le preguntó si había visto al cocodrilo, pues quería saber qué era lo que cenaba.
La serpiente pitón golpeó al pequeño elefante antes de que este continuara su camino en búsqueda del cocodrilo hasta que lo encontró y, al tenerlo de frente, le preguntó ingenuamente, ¿qué es lo que cenas? El cocodrilo le pidió al pequeño elefante que se acercara y lo cogió de la nariz con su gran mandíbula mientras decía: «hoy tendré un pequeño elefante por cena». Comenzaron a tirar hacia extremos opuestos, el cocodrilo para comérselo, el elefante para zafarse. Con ayuda de la serpiente pitón que apareció repentinamente, el elefante logró zafarse, pero para entonces su nariz se había alargado hasta formar la trompa que conocemos actualmente en los elefantes.
Al regresar con su familia, había descubierto grandes beneficios de tener esta trompa, podía alimentarse más fácilmente, embadurnarse de lodo cuando hacía calor y sobre todo, podía defenderse cuando otros animales querían golpearlo. Así que poco a poco todos los elefantes de la manada fueron a buscar al cocodrilo para que les extendiera la trompa como al pequeño elefante, y desde entonces dejaron de golpearse entre ellos.
El cuento finaliza con el siguiente poema que presento en su idioma original, acompañado de una traducción propia:
I keep six honest serving-men:
(They taught me all I knew)
Their names are What and Where and When
And How and Why and Who.
I send them over land and sea,
I send them east and west;
But after they have worked for me,
I give them all a rest.
I let them rest from nine till five.
For I am busy then,
As well as breakfast, lunch, and tea,
For they are hungry men:
But different folk have different views:
I know a person small
She keeps ten million serving-men,
Who get no rest at all!
She sends ’em abroad on her own affairs,
From the second she opens her eyes
One million Hows, two million Wheres,
And seven million Whys!
Tengo seis sirvientes honestos:
(Me enseñaron todo lo que sabía)
Sus nombres son Qué, Dónde y Cuándo
Y Cómo y Por qué y Quién.
Los envío por tierra y mar,
Los envío al este y al oeste;
Pero después de que hayan trabajado para mí,
Les doy un descanso a todos.
Los dejo descansar de nueve a cinco.
Porque estoy ocupado entonces
Además del desayuno, el almuerzo y el té,
Porque son hombres hambrientos:
Pero diferentes personas tienen diferentes puntos de vista:
Conozco a una persona pequeña
Ella tiene diez millones de sirvientes,
¡Que no descansan en absoluto!
Los envía al extranjero por sus propios asuntos,
Desde el segundo en que abre los ojos
Un millón de Cómos, dos millones de Dónde
¡Y siete millones de Porqués!
Nick Westergaard, orador y estratega de storytelling para marcas, hace un paralelismo con este cuento para decirnos que una estrategia de contenido no tiene que ser complicada. Simplemente, al igual que el elefante de la historia de Kipling, hay que preguntarse:
- Por qué: Debemos comenzar por la razón por la que estamos haciendo algo. El marketing de contenidos puede lograr alguno de estos objetivos de negocio: branding, construcción de comunidades, investigación de mercado, servicio al cliente, relaciones públicas, generación de leads y ventas. Hay que tomar uno de estos objetivos y responder las otras preguntas de Kipling.
- Quién: El contenido debe resolver problemas de nuestra audiencia, por ello es necesario hacer una buena segmentación y entender a nuestros clientes potenciales.
- Qué: Por último, basados en el objetivo del negocio (el por qué) y en quién es tu audiencia, hay que determinar qué forma de contenido es más adecuada.
Por qué, quién, y por qué son la base de una estrategia de contenido sólida, a la que se le debe después añadir:
- Cuándo: En qué fecha o con qué periodicidad es conveniente publicar.
- Dónde: A través de qué canales, cuáles son los medios o redes sociales que visita nuestra audiencia.
- Cómo: Se debe determinar la manera más adecuada de hacerlo.
En resumen…
En ocasiones la comunicación corporativa o para alguno de nuestros proyectos puede resultar abrumadora; sin embargo, no tiene que ser tan complicado: hacer las preguntas adecuadas es la base de una buena estrategia.
Ahora que conoces esta metodología comparte la historia para que otros la conozcan. Y si aún te resulta complicado realizar tu estrategia de contenido, recuerda que puedes contactarnos y con gusto te ayudaremos a definirla.
Lo importante de hacerse siempre con buenas preguntas, es que tendremos también buenas respuestas.
¡¡Excelente!!